25 de Noviembre: Un Día que Revela Mucho Más que una Fecha
- Isabel Peña Rodriguez
- 26 nov
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Por Psicoterapeuta Isabel Peña Rodríguez
26/11/2025

El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, no es solo una conmemoración. Es un recordatorio de una realidad que persiste en cada rincón del país. Es un día que expone lo que, durante el resto del año, muchas veces preferimos no mirar: que la violencia hacia las mujeres sigue siendo una problemática estructural e históricamente sostenida.
Cada año, esta fecha convoca campañas, pronunciamientos oficiales y compromisos públicos. Pero más allá de los discursos, lo que debería interpelar es lo que ocurre cotidianamente: vidas marcadas por el miedo, instituciones que no llegan a tiempo, comunidades que guardan silencio y políticas que siguen siendo declarativas más que transformadoras.
Un diagnóstico social
La violencia contra la mujer es la consecuencia de patrones culturales arraigados, de desigualdades económicas y simbólicas, de prácticas que se repiten por generaciones y de sistemas de justicia que no responden con eficacia. Esta violencia deja marcas no solo físicas, sino emocionales: mujeres que aprenden a vivir en alerta, que calculan riesgos para actividades básicas, que desarrollan hipervigilancia como mecanismo de supervivencia. El impacto psicoemocional es enorme y a menudo invisible, porque se confunde con “costumbre”, con esa idea de que las mujeres deben adaptarse a un entorno hostil.
La impunidad, además, profundiza el daño. Cada caso que no se investiga, cada denuncia que se archiva, cada operador que revictimiza envía un mensaje contundente: la protección sigue siendo frágil, y la vida de las mujeres, condicionada.
La Responsabilidad del Estado
La violencia contra la mujer tiene una dimensión estatal ineludible. Las políticas públicas, los presupuestos asignados, la calidad de la atención en los servicios y la formación de quienes intervienen en los casos determinan si una mujer encuentra protección o desamparo. Pero la política no solo se expresa en normas. También se expresa en los discursos. Cuando quienes ocupan espacios de poder minimizan la violencia, cuestionan los avances en igualdad, relativizan el enfoque de género o ponen en duda la importancia de la educación integral, contribuyen a un clima social donde la agresión se vuelve tolerable o justificable.
El compromiso del Estado no puede ser simbólico. Requiere estrategias sostenidas, decisiones valientes y una mirada que reconozca que la violencia es parte de una desigualdad histórica que debe desmontarse desde la política pública, la institucionalidad y el relato que el país construye sobre las mujeres.
El sentido del 25 de noviembre no radica únicamente en recordar, sino en mover estructuras. Implica fortalecer servicios de atención, agilizar la justicia, garantizar medidas de protección efectivas, crear entornos seguros y educar desde la infancia para desmontar mitos y estereotipos. También exige una reflexión profunda como sociedad: cómo hablamos, cómo acompañamos, cómo intervenimos cuando vemos señales de violencia, cómo dejamos de responsabilizar a las víctimas y empezamos a responsabilizar a los agresores.
La transformación es institucional, pero también cultural.
Mi mensaje profesional final
El 25 de noviembre señala una urgencia, no un ritual. Nos recuerda que la violencia contra la mujer no es inevitable ni natural: es un sistema que puede ser desmontado con decisión, coherencia y continuidad.
"No basta con la fecha. Importa lo que hacemos con ella y lo que construimos después."
Escríbeme: isabelpenarodríguez@yahoo.com
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